La sexualidad y el funcionamiento de la dominación, Casilda Rodrigañez Bustos

220 págs.
ISBN: 978-987-45398-0-9

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Hay dos conceptos para entender la sexualidad: la pulsión del deseo y la capacidad orgásmica del cuerpo humano. Sin deseo, la práctica del sexo no es sexualidad, sino como decía Juan Merelo Barberá, tecnosexología. El deseo y el desarrollo de la capacidad orgásmica se producen espontáneamente, no necesitan ‘educación’; sólo necesitan que se eliminen las prohibiciones, el Tabú del Sexo. La tecnosexología sí es objeto de educación porque es la practica del sexo sin deseo; es la practica del sexo de los cuerpos acorazados. En el estado de inhibición, las emociones se desconectan de las pulsiones corporales y se convierten en emociones erráticas que producen ansiedad. El conductismo pretende educarnos y ‘alfabetizarnos’ emocionalmente, sin cuestionar el estado de represión del deseo y el estancamiento de la capacidad orgásmica desde la etapa primal. Pero el ‘analfabetismo emocional’ no es innato, es precisamente el resultado directo del estado de represión en el que nos socializamos, y al permanente esfuerzo para adaptarnos a la norma de la institución del matrimonio o de la llamada ‘pareja de hecho’. En una sociedad de sexualidad espontánea, percibiríamos nítidamente el sentido de cada emoción en la autorregulación corporal, así como su conexión con su pulsión correspondiente. Las emociones serían el medio más importante para percibir lo que pasa en cada rincón de los cuerpos autorregulados. En las sociedades patriarcales del Tabú del Sexo, el acorazamiento produce la pérdida de la transparencia y la desconexión entre la conciencia y las pulsiones, entre la epidermis y las vísceras… La desconexión juega un papel importantísimo para impedir que el deseo recorra el campo social (Deleuze y Guattari).

La tecnosexología que hace funcionar a las parejas que ya no se desean, y la educación emocional que engaña a las personas sobre su desorden emocional, deben ser denunciadas. Mientras que no se separe la sexualidad de la institución, la sexualidad seguirá estando corrompida. Este es el origen social del malestar individual: el Tabú del Sexo asociado a la dominación y a los estados de sumisión, implementados de diversas maneras a lo largo de unos cuatro milenios de dominación patriarcal. La corrupción de la sexualidad ha sido y es imprescindible para el establecimiento de las relaciones de dominación en general, y entre los sexos en particular: porque la verdadera sexualidad desarrollaría relaciones armónicas entre los sexos y entre las generaciones; porque el amor verdadero es complaciente y se opone a la dominación; de hecho, las relaciones entre amantes son relaciones de tú a tú (Amparo Moreno Sardá), nunca relaciones jerarquizadas de Autoridad.