«Hubo una ingenuidad niña, de cuando nos enseñaban a dibujar la casa, el árbol el sol, casitas estereotipadas, abrir puertas y ventanas de papel, de utilería; nos obligaron a imaginarlo así, juntas, lo creíamos. Luego, nadie nos advirtió sobre los remolinos del futuro, ni de la casa vacía como un nido abandonado, ni de los desarraigos dolorosos, ni del oxígeno necesario para nadar en la incertidumbre de la noche, ni de los modos de amarnos o despedirnos…»
Ariel Muñoz
en la levedad del entresueño
un alacrán camina por mis sábanas
si duermo
hará de mí
una geografía de veneno
de noche
el silencio despierta
criaturas aterradoras
un peso sólido
justo cuando a los corazones
algo les falla
la mesa sigue puesta
el televisor vende
fábulas para insomnes
desconfío
por eso tomo
una pastilla redonda
para el pasado
una ovalada para las diagonales
que no voy a cruzar
y un puñal para el ojo
que insiste
en interrogarme